sábado, 7 de agosto de 2010

La Otra Historia del Museo Octavio de La Colina

Las Obras Desaparecidas…

Ni Siquiera Las leyes Vigentes de Conservación de Patrimonio Pudo con la Indiferencia de las Autoridades de Turno.

Fue hacia mediados de los años 40 cuando mediante expediente Nº 580 – D de la Secretaria General de Gobierno, que el artista Domingo R. Nieto lograra agrupar 16 óleos, una acuarela y dos yesos, algunas de éstas cedidas en calidad de préstamo por el Museo Nacional de Bellas Artes. Fue el primer intento de dar concreción a un Museo que ya en el periodo 1949 – 1951 llevaría adelante el intendente y escritor Ángel Maria Vargas, que junto a Segundo Ávila, y el artista mendocino Raúl Schurjin, tras la concreción del Primer Salón Nacional de Pintura de la Rioja J.V. González, que reunirá como nunca antes la participación de mas de 1000 artistas de todo el país. Las obras adquiridas en aquel entonces serán las que pasarían a formar parte del patrimonio de la Institución que recibiría su nombre definitivo Octavio de La Colina (el primer pintor de la provincia reconocido como tal) mediante ordenanza Nº 780 sancionada por el Consejo Deliberante hacia 1961 aunque su nombre ya sonaba hacia unos cuantos años.
Así vio la luz el único Museo en La Rioja dedicado al arte, que fue creciendo poco a poco, pero quizá tomo presencia en la comunidad cuando ocupo la casona por calle Copiapó 245 que perteneciera a Don Manuel Vicente Bustos, que fuera gobernador de la provincia. La Construcción que todavía sigue en pie, data de 1880 y su estilo con atisbos italianizantes termino por imponer la presencia del Museo Octavio de la Colina en la comunidad.
Digamos que el crecimiento del mismo siempre estuvo limitado por la escasez de políticas culturales, sin embargo a través de las décadas a partir de donaciones particulares y sufridas adquisiciones, su patrimonio contaba con una larga serie de verdaderas obras de arte prácticamente invaluables.
A mediados de 1994 inesperadamente el Museo cierra sus puertas por problemas edilicios, entonces sus obras son trasladas a la bóveda del ex Banco Rioja y allí el Patrimonio, comenzara toda una travesía que será en definitiva, arrumbado, arruinado, perdido y saqueado.
Se formo una comisión con algunos interesados en salvaguardar su patrimonio solicitando ayuda financiera, por diferentes medios, hasta logrando la apertura de una cuenta en Banco Nación, pero con el pasar del tiempo muchos de estos, se llamaran a silencio.
De la Bóveda del Ex banco, las obras partieron hacia una habitación 4 x 4 cedida a préstamo en el Polideportivo Municipal (Menen). Allí quedaran abandonadas a su suerte las obras de grandes artistas como De La Colina, Mario Anganuzzi, Guzmán Loza, Leopoldo Presas, Pompeyo Audivert, Oscar Gubiani, Quinquela Martín, Gómez Cornet, Andrés Mirwald, Fernández Valdez, Osmán Páez, entre otros, 162 obras en total valuadas en unos 300.000 mil dólares. Sumado a esto ya estaban desaparecidas 10 obras de otros grandes maestros de fama internacional por un valor de 150.000 dólares.
El cuerpo de concejales de la comisión de cultura mediante resolución Nº 802 solicita en junio de 1996 un informe al ejecutivo sobre el destino y paradero de las obras, que tras inspeccionar el estado de las mismas y comprobar su deterioro exigirá mediante demanda la reapertura del Museo Octavio de la Colina y también que se informe del estado en que se encuentra la investigación acerca de las obras desaparecidas.
Como siempre sucede aquí en la Rioja nunca hubo una respuesta por parte de las autoridades acerca de las obras desaparecidas y aunque se dio curso a la policía Federal del delito y ésta a su vez trabajo conjuntamente con la INTERPOL para dar con el paradero de las mismas, no hubo caso.
La apertura de la nueva casa del Museo fue un jueves 21 de octubre de 1999, en una vieja construcción ubicada en pasaje Diaguita 75. Edificio que data de casi un siglo, que había tenido la función de Salas Sanitarias y anteriormente fueron usadas como baños comunitarios. Se les cambio el piso a las salas y se quitaron los cielorrasos de yeso solo en la parte visible al publico. Inmueble que con el paso del tiempo no fue restaurado, como se había prometido y que hoy presenta hundimientos del piso de algunas de sus habitaciones, asimismo como fisuras en sus paredes, goteras y un sistema de iluminación defectuosa.
Sin embargo a pesar del tiempo transcurrido las obras mas preciadas del Museo siguen arrumbadas, antes en un deposito – oficina ahí mismo, en la actualidad en un edificio contiguo con las mismas deficiencias que se encuentra en estado de semi -abandono que tampoco tiene seguridad, ni ofrece las condiciones mínimas para resguardar el patrimonio de dicha Institución.
Parece mentira pero nada se puede hacer contra toda la defraudación al Estado que viene produciéndose en tantos años, sin que nadie absolutamente diga nada al respecto. Ni siquiera la Ley 7617 que declara de interés provincial la conservación del Patrimonio Cultural del Museo pudo con la indiferencia suma de las autoridades de turno hasta el día de la fecha.
Un caso llamativo es el de la obra de Felipe Guibourg, Barranca Yaco cedida a préstamo por el Museo para la Casa de Gobierno y después sustraída, que tras unos años alguien decidió devolver tras la insistencia del artista chileciteño Hermes Quintana que reclamaba por esta y otras obras con una serie de notas publicadas en diferentes medios hacia principios del 2006.
Dicha obra reaparecería imprevistamente de la nada, sin que todavía se sepa la identidad del que cometió el hurto, que quizá podría echar pistas al asunto de otras obras desparecidas ¿Desconocimiento, o encubrimiento? ustedes ya pueden imaginarse la respuesta.
El tiempo no podrá cerrar como muchos pensaron esta historia de truhanes y cultos bandoleros ya en plena democracia, porque son parte precisamente de la historia del Museo Octavio de la Colina que merece un capitulo aparte.
Para quienes gusten de la historia cultural de la provincia, será no sabemos si tan difícil atar cabos, y deducir en un futuro quienes fueron los culpables de todo este daño irreversible a nuestra cultura es decir a nuestro pueblo.

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