lunes, 2 de agosto de 2010

Sobre: La Escuela Normal Pedro Ignacio de Castro Barros. ¿Sera Que Nos Ganamos Este Destino?

Los días, los años, pasaron, se fueron y nuestra provincia es poco menos que la sombra de lo que fue hace tiempo y a lo lejos. No hace falta que se gaste tanto en publicidad para convencer a la gente de lo que no es, ni será.
Las calles deslucidas, los monumentos si todavía los hay, sin cuidado, los museos sin presupuesto, caídos a la pobreza absoluta tanto que da pena mirarlos desde fuera nomás, todo esta un tanto desordenado y perdido.
Desde hace varias décadas los escándalos políticos nos han tomado por asalto, y la gran mayoría de nosotros lisa y llanamente ya no cree en nadie, hoy existimos así sin pena ni gloria caídos hacia el ostracismo.
Decrecimos la calidad de los productos culturales, donde debería reafirmarse un hecho cultural con todas las letras, ahora conciben un módico desfile de modas, una bailanta, un tipo que desentona unos boleros, entre empanadas, donde se bebe hasta que se caen de la silla, y a eso algunos le llaman -cultura-. En lugares donde correspondería la educación, el respeto, interceden algunos personajes extraños de la noche, actores improvisados suben al escenario. Tenemos que aplaudirlos, aunque causen espanto y ni sepan hablar. Es una pesadilla, de verdad tocamos fondo, rozamos el borde del apocamiento y por ende no nos podemos poner de pie. Porque esto ha impactado en la eficacia institucional, vamos a los tumbos, de rodillas, nada es convencíble, lo que se hace desde la cultura oficial es turbio, sórdido, abaratado, pequeño.
Existe una suerte de vanidad insulsa en todas las esferas sociales y esto también toca de cerca a los hacedores de cultura.
Ahora cuando surge la polémica por el antiguo edificio de la entrañable Escuela Normal, Pedro Ignacio de Castro Barros hay de nuevo un tira y afloje entre funcionarios, y sectores de la sociedad, que no saben de que lado están parados, las criticas un tanto desgastan la imagen de algunos funcionarios, ya no les da la cara, ni el perfil, porque nadie les da crédito, es que los argumentos esbozados son casi una excusa perfecta para darle un nuevo destino a este lugar, resulta que ahí van a tener parte todas las manifestaciones culturales, ahora repentinamente se han decidido hacer lo que no hicieron jamás, darle importancia a la cultura, mientras no hay uno de los ciudadanos comunes que no deje de sospechar, y para colmo los que se dedican a la cultura, son tantos (según se dice) que nos merecemos un enorme lugar para debatir nuestras ideas, sin embargo en las presentaciones de algún artista plástico, por ejemplo hubiésemos querido ver a esta gente, porque aparecen los mismos de siempre diez o quince, en algún recital u obra de teatro las butacas sobran, ni que hablar si se presenta un libro, donde al escritor o historiador lo salva la presencia no de un publico curioso, e interesado en su obra sino sus familiares, el primo, el sobrino, el amigo. ¿Y los filmes? que se hacen a pulmón y después del estreno ¿Qué pasa después? vuelven a rebasar las butacas solitarias y se percibe demasiado esfuerzo por nada.
Que difícil es ser sinceros aunque sea solo una vez en la vida, la cultura o mejor dicho el subdesarrollo de la misma, no le importa a nadie, no sabríamos decirles desde cuando, en esta provincia, hay que tener ganas de ponerse a pensar en cosas inútiles, para explicarlo, o debatirlo.
Hay negocios que desde siempre se deciden a puertas cerradas, éste es uno de ellos, a buen entendedor pocas palabras. Sin tocar una baldosa de nuestro edificio histórico debería haberse dado a licitación, en tiempo y en forma cosa que no se hizo y procurar que esta obra la realice una empresa especializada en restauraciones que por cierto aquí en esta provincia no existen y en Argentina son muy escasas. Se publicita una imagen en 3 D y una maqueta que no asegura nada. Hay algo (para toda la ciudadanía) que huele mal, algo que no cierra.
¿Pero a esta altura nosotros que podemos hacer? que ya no hayan hecho otros.
Se convive en la ignorancia, parece que no nos bastan tantos fracasos, con funcionarios que solo quieren amasar una fortuna que los salve, y tipos que no leyeron en su vida un libro son los que mandan. Vivimos con la piel herida, con los brazos cansados, con los ojos hartos de ver como se miente, sin un norte.
Parece de pronto como si sobraran ahora las escuelas, los institutos, los profesorados, debería reabrirse la Escuela Normal como un centro educativo modelo, como antes, como siempre, unos dicen que ahí ya no se puede volver a abrirlo, porque molesta al tráfico; nos da risa, después el silencio nos invade, y nos preguntamos ¿que pasara después? cuando todo esto pase, ¿cual es el edificio que sigue? a la misma altura pero por S. N de Bari esta el colegio J.V. González, pero ahí todavía no molesta el trafico gracias a Dios, que tal si corremos a los chicos y allí ponemos a funcionar una nueva, pequeña La Salada, porque no, un par bodegones, un garito de milongas para los nostálgicos, cualquier cosa menos la noble función que hoy cumple. ¿Que les parece?
Lo que otros dieron la vida por fundar, a un paso de ser destruido, cambiado, modificado, botado a la basura. Es poco menos que increíble que esto se maneje así de esta manera tan arbitraria, pasando por encima de lo que la gente anhela. Pero en fin será que nos lo merecemos, será este nuestro castigo de no tener a nadie que piense como debe ser con rectitud, con responsabilidad y criterio, con respeto por lo que otros hicieron con tanto esfuerzo. Quizá sirva recordar para los desventurados que llaman, oposición a todo aquello que no esta de acuerdo con su acciones, que un hombre culto no es solo un hombre con títulos y obligaciones, no es el que discute en el recinto, por si las cosas podrían tener una respuesta, no es el que busca sus propias teorías y resolver sus dilemas en las bibliotecas, no es el que prueba todo lo que dice o lo que calla con un documento de otro siglo, no es el que hace fechorías de lunes a sábados y pide perdón a Dios en la misa del domingo, no es el que condena o apoya un régimen, o un desliz político, un hombre culto es el que ama y busca la verdad, el que prueba su honestidad sin tanta palabrería inútil, y acepta sus equívocos aunque le duela admitirlo.
Así eran los hombres cultos de antaño. Esos que ya no quedan, que ya no existen. Y claro que se escaparon las jornadas, las décadas, todo lo que tenia importancia ya no lo tiene y nuestra provincia se quedo sin grandes hombres, con una existencia hueca y pobre de cerebros ¿acaso alguien se anime a decir que no es así?
Los docentes y jóvenes alumnos del profesorado que no están de acuerdo con el destino del edificio histórico, de nuevo nos dan una lección de cómo honrar la vida, protestando con lo que se puede, una sentada, con clases en la calle, con una luz de tiza de colores en el alma, ojalá tengamos en nuestra sociedad cientos de miles de chicos como estos, que nos obliguen también a nosotros a nunca callar ante tantas injusticias…

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